TEXTURIZANDO A HANNA


Dicen que los pelirrojos no tienen alma. Que albergan la peor de las suertes. Que son capaces de poseer propiedades mágicas. Más allá de supersticiones, existe algo entorno a las personas de pelo rojo que los hace misteriosos y realmente especiales. Hanna es así de especial. En uno de sus libros favoritos, El guardián entre el centeno, J. D. Salinger escribió: «La gente con el pelo rojo se supone que se enoja con mucha facilidad. Pero Allie nunca lo hizo y tenía el pelo muy rojo». Hanna también es pelirroja.



A veces, mientras escucha en su viejo tocadiscos a Vince Giordano, le gusta imaginarse subiendo a un destartalado autobús dejando atrás su ciudad, a cualquier sitio donde poder convertirse en una persona diferente.




Su padre odia sus converse. Amenaza con meterlas en la lavadora dos veces por semana. Pero para Hanna esas manchas son más que manchas, son sus marcas de guerra. Tampoco le gusta lavar sus viejos vaqueros, prefiere tenderlos al sol hasta que quedan tiesos. No entiende esa obsesión por lavarlo todo. Pero no por eso deja de ser esa chica limpita que cualquier madre desearía para su hijo.




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